Un reciente comentario de una de las más importantes voces de la industria de la aviación no tripulada de habla hispana, me puso a pensar sobre un tema que voy a desarrollar a continuación.
En los últimos años, en paralelo con el nacimiento de nuestra industria, otro modo de transporte novedoso y excitante también ha llegado a la escena, se trata de las patinetas eléctricas, que ahora que tienen un pequeño manubrio y se pueden manejar a grandes velocidades.
Pues resulta que son más peligrosas de lo que la gente se imagina y sin embargo no están reguladas ni se les supervisa con la lupa que se usa para los drones.
Rafa Ocón, un influencer de YouTube con más de 160.000 seguidores en esa plataforma compartió recientemente su experiencia en España en la que dijo que hay una muerte al mes por causa de los patinetes eléctricos. Las estadísticas del resto del mundo son aún más alarmantes.
De acuerdo a la Comisión de Seguridad de Productos de Consumo de EE. UU. (CPSC), hubo al menos 233 muertes asociadas con scooters eléctricos, bicicletas eléctricas y las llamadas “patinetas flotantes” entre 2017 y 2022. Sin embargo, la CPSC reconoce que los informes sobre muertes son incompletos. Por ejemplo, un informe de 2024 de la organización PACTS en el Reino Unido (Consejeros Parlamentarios Para La Seguridad del Transporte) encontró que menos del 10% de las víctimas de patinetes eléctricos están registradas en los datos oficiales. En el sur de Florida, la Oficina del Médico Forense de Broward ha registrado 49 muertes relacionadas con accidentes de scooter desde 2019, pero solo tres de esas muertes mencionaron específicamente un scooter eléctrico.
En el Reino Unido, un número similar de muertes ha ocurrido en ese país, uno en 2019, tres en 2020, trece en 2021, catorce en 2022, seis en 2023 y cuatro en 2024 (hasta principios de julio). La persona más joven que murió era un conductor de 12 años, el conductor de mayor edad tenía 74. Los scooters eléctricos de alquiler han estado involucrados en cuatro incidentes en los que alguien murió, uno relacionado con un hombre de 75 años que movía un vehículo de alquiler estacionado. De acuerdo a PACTS, diecinueve motociclistas murieron en colisiones de un vehículo y un scooter y un peatón murió al ser atropellado por alguien que conducía un patinete eléctrico.
Ante todas estas estadísticas, valdría la pena preguntarnos, ¿Cuánta gente ha muerto por culpa de los drones?
¡Ninguna! La respuesta es contundente y las únicas muertes atribuibles a los drones se tratan de víctimas de guerra en ataques con drones militares, no civiles.
Aquí en mi propia urbanización en el sur de la Florida en USA, los niños de todas las edades se trasladan con estas patinetas eléctricas por las aceras y hasta por la calle a grandes velocidades sin casco ni supervisión de adultos.
Es cierto que los drones tienen el potencial de causar accidentes con aviones tripulados, pero las posibilidades de tumbar un jet de una aerolínea comercial con un dron de 250 gramos es menos que ínfima. ¿Estamos considerando la posibilidad de que un patinete eléctrico conducido por un niño inexperto pueda provocar un accidente con un autobús escolar con consecuencias incomprensibles?
La siguiente pregunta sería entonces ¿son los titulares de los periódicos más fuertes y dramáticos y llaman más la atención cuando se trata de aviones y accidentes aéreos que cuando se tratan de carros y accidentes de carretera?
No se puede entender como las entidades de regulación aérea en el mundo, como la agencia federal de aviación (FAA) en USA, EASA, la de Europa y todas las otras a nivel nacional alrededor del mundo, le temen a un posible desastre aéreo, pero sus equivalentes de transporte terrestre no tienen la más mínima preocupación por el potencial de muertos y lesionados que están ocurriendo y que no son una predicción, sino una realidad.
Sea cual sea la causa de esta dicotomía perversa en la regulación y supervisión de drones y patinetas eléctricas, una cosa es segura, los drones vienen a jugar un papel muy importante en el desarrollo de la humanidad en términos de nuevos y ambientalmente más aceptables modos de entrega de paquetes, supervisiones de infraestructura y muchas otras aplicaciones, mientras que estas patinetas son simplemente otra forma de divertirse en distancias cortas.
Las agencias federales de aviación a nivel mundial harían bien relajando un poco las leoninas medidas en contra de la aviación no tripulada, ya que de esta forma ayudarían a que esta novedosa industria pudiese volar y recolectar valiosos datos que eventualmente nos servirán para determinar la mejor forma de integrar, de forma segura y eficiente, los dos modos de la aviación del futuro.
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