El martes de esta semana, leí dos titulares que me pusieron a pensar en la poderosa influencia que los conflictos humanos han tenido en la aceleración de la tecnología en general y de la tecnología aeronáutica en particular. Primero fue un anuncio del presidente Zelinsky de Ucrania sobre el lanzamiento de un dron cohete para combatir la invasión rusa de su país y segundo un comunicado de prensa de la agencia de prensa norcoreana sobre una demostración de drones de municiones dispersas para el líder de ese país, Kim Jong Un.
Tengo que admitir que estos dos comunicados de prensa separados, pero tan cercanos uno de otro, me transportaron a las lecciones de la historia de 1915 cuando, solo una década después del vuelo de los hermanos Wright, los seres humanos ya estaban embarcados en la rápida aceleración del desarrollo de la tecnología de aviación en preparación para la primera conflagración mundial en la historia de la humanidad, la Primera Guerra Mundial.
No cabe duda de que la aparición del avión cambió la cara de la guerra de formas que no eran inmediatamente evidentes, pero esos cambios iniciales se convirtieron en una inmensa influencia veinte años después cuando en otro conflicto, la Segunda Guerra Mundial, el avión se convirtió en el centro de atención, desplazando para siempre a los grandes acorazados de antaño.
La medida más importante de la eficiencia en un conflicto es la cantidad de daño que una tecnología puede infligir cuando comparamos su costo con el costo del objetivo previsto.
En el caso de los bombarderos en picada de la Segunda Guerra Mundial, un solo avión con una bomba de 1.000 libras que en 1940 costaba $5.000 y que se producía en un día, podía hundir un barco que estaba valorado en millones y tardó meses, sino años, en diseñarse y ensamblarse.
La famosa batalla de Midway, en la que una combinación de inteligencia y suerte llevó a la Marina de los Estados Unidos a la victoria naval más importante del conflicto, nunca vio a dos buques oceánicos disparándose entre sí. Fue toda una batalla librada por aviones, lanzados a cientos de kilómetros de distancia, contra los portaaviones enemigos, una verdadera contradicción en términos y el fin de una era.
Hoy ocurre algo similar en Ucrania, donde un pequeño dron valorado en unos pocos cientos de dólares está destruyendo tanques enemigos valorados en millones. Esto cambiará inevitablemente la forma de pensar de los países sobre dónde colocar sus dólares de inversión cuando se trata de nuevos armamentos.
Esta redirección de la inversión para investigación y desarrollo tendrá un impacto en la industria de los drones comerciales a largo plazo, así que examinemos las tres áreas de las cuales, en mi opinión, probablemente provendrá esta contribución incidental al uso pacífico de la aviación no tripulada.
Aumento de la carga útil: Uno de los aspectos más críticos de la aviación militar es la relación de carga útil, o la cantidad de munición que puede transportar una aeronave en comparación con el peso necesario para volar hacia y desde el objetivo. Esta proporción fue muy pobre durante la Primera Guerra Mundial y aumentó exponencialmente en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Hoy en día, los aviones militares tienen una capacidad de carga útil enorme y los desarrollos aerodinámicos y de la planta motriz mejoran continuamente.
En nuestra industria de la aviación no tripulada, definitivamente podríamos beneficiarnos de un aumento en la carga útil porque la mayoría de los drones de hoy en día son la evolución de plataformas comerciales que se desarrollaron como juguetes hace más de una década y no necesariamente diseñadas para usos industriales. Muchos startups independientes ya están desarrollando aviones especializados y no me cabe duda de que darán la bienvenida a las mejoras en las cargas útiles mediante el uso de nuevos materiales y una mejor disponibilidad del fuselaje y la planta motriz.
Tiempo de vuelo: Este es uno de los temas más polémicos que afectan a nuestra industria. Cuando escuché por primera vez hace años el infame número de 25 minutos de tiempo de vuelo, me reí. ¿Qué se puede hacer, en serio, en un vuelo de 25 minutos? Pensé. Bueno, aparentemente mucho, porque la industria se fundó sobre este número, y hemos hecho grandes progresos en los últimos diez años con vuelos tan cortos. Pero ya es suficiente y la industria de las baterías, tal vez incentivada o alentada por la perspectiva de enormes ventas militares, se pondrá las pilas (no estoy tratando de hacerme el gracioso) y mejorará el pobre rendimiento de las baterías actuales.
Los expertos de la industria de las baterías me han dicho que "la química actual de las baterías se ha agotado y son necesarias nuevas combinaciones químicas para mejorar el tiempo de vuelo". Espero que la explosión repentina de la demanda de fuentes militares inspire a la industria de las baterías a encontrar estas nuevas combinaciones milagrosas que permitirían a nuestros aviones no tripulados volar durante horas y horas con una sola carga.
Resistencia: El último ingrediente clave de un arma exitosa es su capacidad para resistir las condiciones más horribles de la Tierra. El calor, el frío, la humedad, la altitud y algunos otros factores deben tenerse en cuenta a la hora de diseñar un armamento que se supone que debe funcionar en todo momento en condiciones exigentes, de lo contrario se pierden vidas.
Tal vez el desarrollo de estas plataformas resistentes no tripuladas eventualmente transpire a usos comerciales e industriales, y los drones y taxis aéreos tengan fuselajes y plantas motrices más resistentes y duraderas.
Cuando combinemos todo lo anterior para crear un nuevo conjunto de aviones nacidos de los actuales conflictos mundiales, tal vez algo bueno saldrá de la miseria y la desesperación que estas sangrientas disputas están teniendo en civiles inocentes, considerando que serán ellos y sus hijos los que se beneficiarán de una tecnología de aviación no tripulada mejor y más accesible.
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